A merced de un dios salvaje. Paseos por la Sonsierra.

Continúa por la derecha hasta encontrar el próximo hito de señalización de la ruta.

<< A poco más de un kilómetro, el asfalto deba paso a un camino para tractores que seguía hasta Peciña. Justo antes, mirando hacia el monte, dos pilares marcaban el acceso a una propiedad privada sin muros ni vallados, delimitada por sus propios viñedos.

Desde allí se contemplaba el valle como si fuera un mapa. Los campos de mazuelo, garnacha, graciano , viura y, sobre todo, de tempranillo, la variedad clásica de la zona, entretejían una colcha con mil tonos de verde que pronto se tornaría multicolor”

(A merced de un dios salvaje. Andrés Pascual) >>

 

 

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